Entonces no disponíamos de andamios, y el resultado se vió mermado por la precariedad de los medios. Además la tierra con la que lo hicimos no tenía demasiada arcilla, por lo que después de tantos meses el tejado se había lavado con las lluvias y se dejaba ver la paja.
Hemos aprovechado ahora que tenemos la tierra que habíamos seleccionado para la casa caracol, con una gran dosis de arcilla en gran cantidad para usarla en todo lo que pide a gritos arcillosas mejoras.
Así, estos días hemos aprovechado las manos y las ganas de nuestros jóvenes voluntarios Eugenia y Álvaro, para darle una nueva capa de tierra y preparar el gallinero para la llegada de las lluvias y los fríos. Muchas gracias a los dos, sois más bonicos que ná!
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